viernes, 15 de mayo de 2015

LA FORMULA PARA LA UNIDAD PERFECTA.

Juan 17: 23. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado

Por: Misael Asarias Reyes Bonilla.

La Biblia define con claridad lo que es la iglesia. El apóstol Pablo la describe como un cuerpo donde cada miembro cumple su función específica.
Romanos 12:5: así nosotros, siendo muchos, somos un CUERPO en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.

Jesús sabía que la gran victoria de la iglesia sobre el pecado y la conquista del mundo; estaba fundamentada sobre la base de una unidad perfecta de sus seguidores. Así lo expresa en su  oración por sus discípulos donde su énfasis fue la unidad.

Juan 17: 21 “para que todos sean uno…” v.23, “para que sean perfectos en unidad…”

Durante los primeros siglos, la iglesia fue un pueblo unido en todos sus aspectos, así lo leemos en el libro de los hechos, Hechos 2:46: Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y SENCILLEZ de corazón. Era una mezcla perfecta de adoración y compañerismo.

Esa unidad hacia brotar de sus corazones una alabanza sincera, un ministerio de servicio para el pueblo y producía un  impacto de avivamiento evangelistico sin precedentes.

El apóstol Pablo en la carta a los de Éfeso les exhortaba de la siguiente manera: solícitos en guardar la UNIDAD del Espíritu en el vínculo de la paz;…” 
Al pasar el tiempo parece ser que las influencias de lo moderno han mermado ese primer amor en la iglesia ya que actualmente  no es la misma, todo ha cambiado de una manera estrepitosa. La iglesia ha suplantado la verdadera adoración, por las emociones irracionales,  ha cambiado las calles por la comodidad de los templos y la solemnidad y la reverencia de la adoración por los espectáculos de televisión que más que edificar, tienen un fuerte olor a mundo, a lo profano.  Los “milagros” que supuestamente se realizan  los ha tomado como bandera para hacer publicidad a los “predicadores”

En el mundo existen hoy, movimientos de todos los calibres,  donde  la gente tiene la opción de escoger el que mejor se amolde a sus gustos e intereses, porque ya ese evangelio de compromiso y sacrificios, eso no le gusta, prefieren el libertinaje que una adoración en Espíritu y en verdad.

La doctrina bíblica que sustentaba la fe de los creyentes; cada quien la interpreta y la practica a su manera, ya no tenemos el mismo lenguaje ni la misma línea que debe guiarnos.

Pablo le escribía a la iglesia en Corintos; 1 Corintios 1:10: Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma COSA, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.

Que lejos estamos hoy de esta verdad, cada uno tomo su propio rumbo y construyo sus propias parcelas denominacionales, con nombres, rótulos, etiquetas y enormes murallas donde los de aquí no pueden entrar allá, y los de allá, no pueden venir para acá.

La situación se torna difícil para  alcanzar la unidad perfecta de la que hablo  el mismo Señor, ya que ninguno de los supuestos líderes o jefes de esas de parcelas o denominación,  no están dispuesto a ceder su puesto de supremacía que tienen.

Mientras sigamos así, seguiremos debilitados moral y espiritualmente y sin fuerzas para alcanzar la meta de conquistar el mundo para Cristo. Si seguimos divididos, las almas seguirán marchando al infierno sin esperanza y sin salvación y el diablo continuara riendo de los creyentes.

Es hora de despertar del sueño y levantarnos  como un solo hombre y una sola mujer en Cristo, desbaratar  nuestros altares y nuestros tronos donde nos hemos encumbrado y permitir que Cristo tome el control, así la palabra de Cristo se hará realidad y habremos encontrado la fórmula perfecta de unidad cristiana; Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste” 

De esta manera   el mundo entenderá como en los primeros siglos, el poder y la unidad de una iglesia triunfante


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