viernes, 29 de junio de 2012

CONFLICTOS




POR MISAEL REYES

Génesis  26:35. “… y fueron  amargura de espíritu para para Isaac y Rebeca.
La vida de Isaac y luego la de Jacob estuvieron mezcladas por conflictos familiares. Una vida donde el  soborno, el chantaje, el engaño y la envidia estaban a la orden del dia y parecía ser la única via para alcanzar, incluso, hasta las bendiciones. Estos conflictos empiezan con la misma esterilidad de Rebeca, y ¡vaya que tipo de conflicto representa esto para un hogar!

Dios responde la oración de Isaac, y Rebeca concibió,  pero desde el mismo vientre, los niños luchaban entre sí. La reacción de Rebeca ante este problema parece sembrar en ella la frustración y la desesperanza. En su consulta con Jehová, este le responde:

“Dos naciones hay en tu seno, dos pueblos divididos desde sus tus entrañas. Un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor” (Génesis 25: 23)

En el nacimiento de estos, se libra también una batalla que continuó de manera repetida; primero cuando Esaú cambia su primogenitura por un potaje que Jacob había preparado y más tarde cuando Rebeca en complicidad con su hijo, engañan a Isaac para que este le diera la bendición a Jacob.

Fue una lucha por la supremacía del uno sobre el otro sin saber que detrás de todo esto, se movía la mano de Dios.

Esta lucha no ha terminado y continúa aun con nuevos protagonistas, con más fuerza, con nueva tecnología, con armas sofisticadas. Una lucha de dos pueblos que empezó en el vientre de Rebeca y que se ha extendido hasta nuestros días, y que culminara en un conflicto de proporciones gigantescas que afectara a todo el mundo.

Lo que comenzó por un simple “guisado de lentejas” se convirtió en un conflicto familiar que ha tomado dimensiones de grades proporciones y que hoy en pleno siglo XXI tienen al mundo al borde de un conflicto nuclear.

Conflictos! Basta con echar una hojeada a los titulares de las principales agencias noticiosas, para quedar sorprendidos ante el auge de innumerables conflictos. Las familias viven en conflictos, las naciones, los pueblos, los políticos y porque no las iglesias viven en una permanente pelea de nunca acabar.

Mientras el odio, el egoísmo, el desamor, el interés sigan gobernando las vidas de las gentes, no habrá un cese al fuego ni entendimiento en las relaciones ni familiares, ni políticas ni religiosas.

Solo un cambio de mente, un vivir en el Espíritu y un nuevo nacimiento; hará posible que los cambios se operen y los sueños de paz que tanto ansiamos, sean una realidad.